Serafines en el Cristianismo Los Serafines y los Querubines son, en la teología cristiana, dos tipos separados de ángeles.
(Jerarquía Celestial, vii). Tomás Aquino en la Summa Theologiae ofrece la descripción de la naturaleza de un serafín: “El nombre ‘serafín’ no viene sólo de la caridad, sino del exceso de caridad, expresado por la palabra ardor o fuego.
De ahí que Dionisio (Jer. Cel. Vii) expone el término ‘serafín’ acorde a las propiedades del fuego, que contiene un exceso de calor. Sobre el fuego podemos considerar tres cosas. La primera es que el movimiento es hacia arriba y continuo.
Esto significa que nacen ineludiblemente hacia Dios. En segundo lugar, la fuerza activa que es el ‘calor’, y que no se encuentra únicamente en el fuego, sino que existe con cierta agudeza ya que posee una acción de penetración que alcanza incluso a las cosas más chicas, y a las que fuere, con gran y abundante fervor; a través de él la acción de los ángeles se significa, al ejercitarse poderosamente sobre aquellos que son sujeto de este,
enardeciéndolos con fervor, y limpiándolos por completo con su calor. En tercer lugar consideramos en el fuego la cualidad de la claridad, o de la brillantez; lo que significa que estos ángeles tienen en ellos mismos una luz inextinguible, y que ellos también iluminan a los demás”.
Con la renovación del neo-platonismo en la academia, formado alrededor de Lorenzo de Medici, los serafines tomaron un rol místico con Pico Della Mirandola y su obra Oración sobre la dignidad del hombre (1487), epítome del humanismo renacentista.
Pico tomó la fiereza de los Serafines –“ellos queman con el fuego de la caridad”- como los modelos más altos de la aspiración humana: “impacientes de cualquier segundo lugar, déjanos emular la dignidad y la gloria. Y, si lo deseamos, seremos inferiores a ellos en nada”, anunció el joven Pico, en el primer flujo de confidencia optimista en la capacidad humana que es la acuñación del Renacimiento.
“A la luz de la inteligencia, meditando sobre el Creador en su trabajo, y el trabajo en su Creador, seremos resplandecientes con la luz de los querubines. Si ardemos de amor únicamente por el Creador, su fuego consumidor nos transformará rápidamente en semblanzas ardientes de los Serafines”.
Buenaventura, un teólogo franciscano que fue contemporáneo de Tomás Aquino, usa las seis alas de los serafines como una importante construcción analógica en su obra mística
El viaje de la mente hacia Dios (The Journey of the mind to God). Los Serafines también son mencionados en el Libro de las Revelaciones por estar eternamente en presencia de Dios, alabándolo constantemente: “Día y noche no cesan de decir:
‘Bendito, bendito, bendito es el Señor Dios Todopoderoso, que fue, es y será”. A medida que se desarrollaban en la teología cristiana, los serafines son seres de pura luz y tienen comunicación directa con Dios.
Ellos resuenan con el fuego simbólicamente atado tanto a la purificación como al amor.
La misma etimología de ‘serafín’ viene de la palabra saraph. Saraph en todas sus formas es usada para connotar un estado fiero e incendiario. Los serafines, como son descritos clásicamente, pueden ser identificados por sus seis alas radiantes de su cara angelical.
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