Sanar la relación con los padres
Cuando se une una pareja no sólo se juntan dos personas, sino que se unen dos sistemas. Dos familias con su historia particular, cimentada en hechos y vicisitudes particulares, y que cada uno conserva unas lealtades más o menos camufladas a sus orígenes. Aunque parezca extraño, en los sistemas familiares hay sentimientos que siguen flotando en su atmósfera porque no pudieron ser encauzados y resueltos en su momento por las personas a las que corresponda hacerlo, y siguen operando como asuntos pendientes enquistados. El buen amor en la pareja es una relación entre adultos bien sostenidos en sí mismos y en su historia familiar, que han podido poner bálsamo en sus heridas y curarlas. El problema es cuando proyectamos en el otro aquello que no hemos solucionado, cuando nos enredamos siempre en las mismas dinámicas y tendemos a repetir una y otra vez con distintas parejas la misma historia. ¿A quién me siento todavía tan atado que impide que mi energía esté disponible para mi pareja?
El niño nace con un impulso natural de acercamiento a la madre. Esta es la figura más importante de su vida. El primer contacto lo realiza con ella, y él se abre para recibir todo su amor y protección. Bert Hellinger llama movimiento interrumpido al dolor del hijo frente a una separación, a temprana edad, de sus progenitores, básicamente cuando se trata de la madre. El hijo siente el dolor de la separación con sentimientos de rabia, desesperación y tristeza. La herida puede ser grave, como cuando se pierde a uno de los padres, o cuando se producen abusos o violencias, o incluso cuando el feto sufre por exceso de emociones estresantes o por el uso de tóxicos durante el embarazo.
¿Qué sucede cuando hay una separación entre los padres?
Utilizamos estrategias indirectas, tortuosas y complejas, de búsqueda de amor y conexión con los demás, que configuran el paisaje de la neurosis y el sufrimiento humano. ¿Te suena por ejemplo aquello de “sin ti no soy nada”? La dependencia es tan grande que, sin la pareja, siente que no lograría sobrevivir o que no tendría sentido vivir: sin ella podría morir, literalmente. ¿Es posible llegar a implicarse real y profundamente y construir bienestar en una relación sostenida por dos niños? ¿Es la pareja una relación materno/paternofilial o una relación entre adultos? ¿Qué es legítimo y razonable pedir y esperar en una relación de pareja y qué no? ¿Qué corresponde al niño y qué al adulto? En cualquier caso, a todos nos toca descubrir y trabajar de qué manera interrumpimos este movimiento amoroso espontáneo y qué estrategia, qué estilo afectivo, qué modo tortuoso, qué negocio vincular indirecto generamos al hacerlo. Porque muy probablemente vamos a llevar a la pareja ese estilo afectivo y tendremos que revisarlo.
¿Cómo se puede reparar ese sentimiento de dolor ante la separación de los padres?
No es fácil, pero cualquier reparación posible pasa por aceptar de corazón a nuestros padres y lo que en su momento dolió y fue difícil. Se vuelve imperativo abrir el corazón hacia lo que nos hizo sufrir, no porque el sufrimiento en sí mismo sea sanador, sino porque abrir el corazón sí lo es.
Las constelaciones familiares son una técnica que permite ver de forma rápida cómo cada uno estructura sus vínculos, y cómo estos vínculos nos permiten caminar con fuerza hacia la vida o nos lo impiden, cómo nos abren puertas o nos las cierran, cómo nos conducen hacia la dicha o hacia la desdicha, cómo nos sanan o nos enferman, cómo nos crean problemas o nos los resuelven.
Para ello se eligen, de entre todos, a varias personas que representarán al padre, la madre, la pareja o la expareja, los hijos nacidos, los que no llegaron a nacer, los abuelos, el jefe… Según cuál sea el problema que se plantee o los objetivos que se quieran lograr.
En la pareja no hay culpables ni inocentes, no hay justos e injustos, sólo lealtades a nuestros anteriores que nos inducen a repetir patrones. Muchas personas, en su relación de pareja, sufren por el hecho de tomar a su cargo la culpa y los errores, mientras salvan la cara de su partenaire, y, al revés, personas que culpan desesperadamente al otro para salvar su dignidad y se explayan en su enojo haciendo recaer sobre su pareja todos los males. Nada de esto sirve, lo que sí ayuda es entender nuestra coparticipación en los resultados que tenemos y responsabilizarse de ellos, y a ser posible flexibilizarnos y desarrollar opciones nuevas que puedan hacer cambiar la situación de la pareja.
Cada grupo, cada familia, está surcada por un conjunto de reglas y normas, implícitas o explícitas, cuyo cumplimiento asegura nuestra pertenencia al grupo y nuestra buena conciencia. La culpa siempre implica castigo. Te mantiene anclado al pasado, a lo que hiciste. Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, ¿no es así? Te invito, en cualquier caso, a eliminar la palabra culpa de tu léxico y cambiarla por responsabilidad, ¿te parece?. Responsabilidad, como su nombre indica, es la habilidad para responder, para hacernos cargo de lo que es nuestro. Nos hace avanzar hacia el futuro y con mucha más ligereza.
Es muy importante sanar la relación con los padres, porque es la forma de sanar nuestro vínculo con la vida y con nosotros mismos. Para el hijo, los padres representan simbólicamente la vida. Si estamos en paz con ellos, estamos en paz con la vida; cuando los tomamos a ellos, podemos tomar la vida en todas sus dimensiones.
“De nuestra madre nacimos… Nunca nadie ha estado ni estará más cerca y más unido a nosotros que nuestra madre. Fue nuestra felicidad primera y más profunda. La primera infelicidad, la primera experiencia dolorosa de desdicha, es la separación de la madre en el parto”. – Bert Hellinge
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