El saber de lo sagrado de los chamanes
Curador, profeta, ecológo, sacerdote… El chamán encarna el vínculo entre lo humano, la naturaleza y lo divino. Una cosmovisión primitiva que mantiene su vigencia.El sacerdote comenzó a tocar algo parecido a un tambor. Luego cantó dando alaridos y el resto de la compañía le respondió en coro: ‘Igha, Igha, Igha.’Entonces, él volvió a replicar con sus vociferaciones. Le respondieron con las mismas palabras tantas veces que al final pareció volverse loco y cayó al suelo como muerto. Yacía boca arriba, cubierto sólo por una túnica. Pude percibir que respiraba. Les pregunté por qué yacía de aquella extraña manera y me dijeron: ‘Ahora nuestro dios le dirá a dónde iremos y lo que hemos de hacer… ’ Cuando ya había pasado inmóvil un buen rato, ellos le gritaron juntos tres veces: ‘Oghao, Oghao, Oghao’. Con estas tres llamadas, él levantó su cabeza y la dejó caer de nuevo.Acto seguido se incorporó y comenzó a cantar con las mismas voces que antes, respondiéndole siempre la audiencia: ‘Igha, Igha, Igha’…». Esta descripción de una sesión chamánica presenciada en Siberia por un viajero inglés el día de año nuevo de 1557 es una de las primeras noticias de estos ritos olvidados por Occidente. Siglos antes, Marco Polo se había referido brevemente a los chamanes del sur de China como magos que adivinaban las causas de las enfermedades cantando hasta que los espíritus entraban en su cuerpo y hablaban a través suyo.La palabra «chamán» no comenzó a popularizarse hasta finales del siglo XVII, cuando otro explorador visitó una aldea de lengua tungusa, y describió peyorativamente las actividades de quien en aquel rincón de Siberia era llamado sham-án, «hombre de conocimiento». Por su parte, los primeros etnógrafos prefirieron seguir llamándoles «sacerdotes del demonio» sin intentar comprender sus creencias ancestrales.A medida que la palabra chamán se fue alejando de su lugar de origen para aplicarse en otros continentes donde se daban fenómenos semejantes, el concepto de «chamanismo» se llenó de significaciones distintas y confusas, desatando hondas controversias. Primero, la Iglesia lo combatió como cosa de salvajes, pues acostumbraba a denigrar cualquier manifestación de religiosidad indígena. Luego, las cruzadas antirreligiosas del comunismo arrasaron con todo lo chamánico que encontraron. En su camino hasta el presente, el chamanismo también tuvo que librarse de las terribles etiquetas que le deparó la psiquiatría y luego el psicoanálisis. Incluso hoy, las ciencias se resisten a reconocerle un valor terapéutico y sapiencial a los estados modificados de conciencia característicos del quehacer chamánico.
En resumidas cuentas, hoy, un chamán sigue siendo lo que nos muestran las antiguas descripciones: un individuo inspirado que, durante un ritual con finalidades oraculares y terapéuticas, entra en estado de trance y, a través de su música de poder y de otras técnicas mágicas, convoca a los espíritus –los reconocidos por su cultura como reales y necesarios– para trabajar con ellos por el bien de la comunidad que requiere sus servicios.
Explorador de lo invisible
El chamán es adivino, curador, profeta, ecólogo, sacerdote y líder natural en la búsqueda de cobijo para la existencia humana. Explora lo invisible, es decir, los signos que traslucen en las cosas de todos los días, manteniendo el contacto con aquello de lo que depende la salud, la subsistencia y el bienestar de la tribu e intentando conservar un equilibrio dinámico entre lo humano, la naturaleza y lo divino. En realidad, el camino del chamán es el mismo camino del místico, aunque el primero está volcado en cuestiones prácticas y espirituales que afectan a la comunidad, protegida por su mediación. Su desempeño terapéutico no se restringe a las competencias de un psicólogo o de un médico, ni siquiera a las de un «socioterapeuta», pues intenta abarcar el conjunto cósmico del que forma parte e interactúa directamente con el poder creador y destructor del universo.Como mediador que es entre las potencias naturales y las voluntades humanas, armoniza las relaciones o reorganiza el entramado de fuerzas que bulle en cada cosa y en cada persona dando forma al mundo compartido.
El origen del chamanismo
Como puede deducirse de los enterramientos prehistóricos hallados e investigados, hace por lo menos cien mil años que el ser humano afirma ser algo más que su mero cuerpo. El hecho de que hubiese tumbas con adornos rituales de diferente tipo revela la creencia en algo que excede y sostiene las funciones del organismo humano, algo irreductible que no se extingue por completo con la muerte del individuo.Ese trascendentalismo está presente en muchas religiones y también en las culturas chamánicas. De hecho, hay arqueólogos que sostienen que el chamanismo se desarrollaba ya durante el Paleolítico superior, cuando a un lado y a otro de los Pirineos se llevaban a cabo ritos chamánicos en lo profundo de las cuevas. El arte rupestre sigue mostrando que acaso el chamanismo sea la primera forma de religiosidad, el modo más antiguo en que las sociedades de cazadores y recolectores se relacionaban con aquello que les excedía, con la red de presencias que los englobaba.
Sin embargo, hay investigadores que defienden que el chamanismo propiamente dicho es originario de Siberia y que se habría difundido a través de oleadas migratorias por Asia, Europa y las Américas, donde las prácticas chamánicas coinciden en lo esencial. Pero el hecho de que encontremos concepciones chamánicas y técnicas semejantes en todo el planeta (hasta en el sur de África, el corazón de Australia y el sureste asiático) podría ser indicio para sostener la existencia de una herencia psicobiológica común, una estrategia ancestral de adaptación que bajo circunstancias propicias llega a florecer en forma de chamanismos locales. Como una forma de comunión con la naturaleza cuya semilla sigue latiendo entre la catarsis o el éxtasis que tarde o temprano atravesaremos.El chamanismo se basa en la creencia de que dentro de cada uno hay algo que va más allá del alma vital, algo independiente del cuerpo –una especie de causa última–, que le confiere la vida a esa llama de calor y movimiento que nos habita. Las sociedades tradicionales lo distinguen como un elemento imperecedero que se separa del cuerpo durante el sueño, la enfermedad y la muerte, así como a través de los estados de trance. Por eso suele llamársele «alma libre».
Cultivar el ‘alma libre’
Desde ese punto de vista, la salud óptima de la persona se consigue cuando el cuerpo, la fuerza vital y el alma libre –nuestros constituyentes fundamentales– funcionan unidos en una plena interacción. Si el cuerpo es la parte física y el alma vital es la fuerza que anima las funciones orgánicas, el alma libre, en cambio, vendría a ser la sede originaria de la conciencia y la fuente de la voluntad, al tiempo que receptáculo de las memorias suprapersonales o, si se prefiere, de las motivaciones arquetípicas. Según las creencias chamánicas, el alma libre sería el lugar en que se reúne el ser humano con la divinidad, con los espíritus que animan todo cuanto nos rodea.El chamán se especializa en cultivar su alma libre alcanzando un grado tal que la transforma en vehículo para ayudar a su comunidad en el constante diálogo con las fuerzas de la naturaleza. Aunque todos posean un alma libre, el chamán se caracteriza por ser el que la domina a voluntad, librándola en viajes extáticos durante los cuales establece una comunicación directa con las potencias espirituales.Este dualismo cosmológico (la creencia de que además de los hechos de la realidad ordinaria –tridimensional y visible–, existe un entramado de seres divinos o espirituales que influye de modo decisivo en lo que acontece) fue el fundamento de la cultura humana desde el Paleolítico hasta el Renacimiento. Actualmente, en plena crisis de la Modernidad, vuelven a surgir nociones semejantes, aunque con otros matices y nuevas metáforas.Los paradigmas ecológicos yel regreso a una espiritualidad transpersonal son claves en esta vuelta a los orígenes que incorporan los cambios del nuevo milenio. Resurge, pues, el interés por estas dimensiones sobrecogedoras de la existencia que el chamanismo se especializa en manejar y que nuestra sociedad parecía tener olvidadas. Por eso cunden los neochamanismos, con el peligro de que en el proceso de su masificación se pierda la esencia. Por otro lado, también se propaga por todo el planeta una actitud más favorable hacia las culturas chamánicas originarias, acaso como signo de que esta fuente de sabiduría ancestral, lejos de ser una superstición del pasado, todavía tiene mucho que enseñar y que curar.
Un espíritu universal
Entre los distintos chamanismos locales hay más similitudes que diferencias porque comparten una misma sabiduría sobre el alma y la naturaleza:
- En Siberia los chamanes entran en éxtasis tras una experiencia de hiperestimulación musical. Los estallidos catárticos durante el trance se transforman en la danza de los animales de poder que se invoca. Durante el ritual, a veces se utiliza el hongo psicoactivo Amanita muscaria.
- En la selva amazónica se adquiere la sabiduría chamánica retirándose selva adentro bajo la guía de un maestro. El aprendiz recurre a las plantas de poder y participa en sesiones de curación como ayudante del maestro.
- Entre los esquimales hay muchos cantos chamánicos que exaltan la sabiduría extática, como el que dice: «Todo mi cuerpo es solamente ojos. ¡Miradlo! ¡No tengáis miedo! ¡Miro desde todas partes!»
Curación chamánica
En las culturas chamánicas, la enfermedad es como una impureza que desequilibra o como la pérdida del alma por obra de espíritus y hechiceros.
- La succión de la zona afectada es tal vez el método más difundido. Se trata de sacar del cuerpo los objetos simbólicos causantes del mal.
- La purificación con soplos del humo de tabaco sagrado es una técnicade los chamanes amerindios. La efectividad del soplo ritual reside en los cantos medicinales o protectores que se hayan «cargado» en el tabaco.
- La fitoterapia continúa siendo la forma de curación tradicional más utilizada del planeta. Los chamanes son guardianes de este conocimiento.
- Para rescatar el alma de sus pacientes, el chamán emprende viajes extáticos por el mundo subterráneo de los muertos y por los cielos. El éxito de su itinerario místico reside en traer el alma de nuevo a la superficie.
Por Pablo Friedländer
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