EL LOBO EN LA MAGIA GUERRERA
La tradición guerrera de la Hispania céltica, podrá mostrarnos
(y en paralelo) con formas análogas de otros ámbitos del mundo
indoeuropeo vinculados a las culturas de la Edad del Hierro, la existencia de un universo ritual, mágico e iniciático en el que la figura del lobo y su simbolismo, tendrán un papel preponderante. Estando éste asociado a la posibilidad de propiciar un especial arrebato, empuje o furor guerrero.
La primera imagen que parece poder obtenerse del mundo ritual de las cofradías guerreras o mannerbünde, nos señala un universo en el que la noche, la luna, el fuego, el lobo o el oso, junto con la ingestión de determinadas plantas o bebidas, jugarán un papel fundamental. Todo ello enmarcado en un ceremonial en el que a través de la inducción de un estado alterado de conciencia, el iniciado asume la adquisición de las facultades características de una bestia salvaje. Los miembros de las cofradías guerreras en virtud del ritual mágico, se convierten así en guerreros que practican una suerte de éxtasis o furor desencadenado, al que se asociará la idea de asumir o incorporar al “alma” facultades propias de animales salvajes como el oso o el lobo. Este tipo de rituales mágicos, crean así un tipo especial de guerreros. Una élite dentro de la propia élite guerrera a la que correspondería un determinado estilo o rasgos distintivos posiblemente asociados al color negro, la tonalidad oscura y la noche, pues sociológicamente dichas tonalidades convendrían a guerreros que combaten con medios mágicos.
Se hace relevante incidir aquí en el carácter mágico y funerario de la divinidad de la mannerbünde, dios de la muerte y del tránsito al Más allá, pero también de la magia guerrera. De una magia especialmente orientada hacia el combate, y que vinculada al “furor”, al frenesí en la lucha, estará íntimamente asociada, como
podremos ver, a la figura del lobo. Del mismo modo entendemos que dicha divinidad estará unida a la institución de la devotio, de los guerreros unidos a su jefe con lazos inquebrantables, forjados por la divinidad de los cultos guerreros. Un dios de los lazos
“sobrenaturales”, de la unión “mágica y espiritual” de la mannerbünde. El dios que liga a los guerreros en torno a su jefe, hasta la muerte.
La interpretación que hacemos de esta licantropía mágica es que el guerrero, podría fusionar su alma con la energía vital del carnassier, integrando ésta en sí mismo y adquiriendo entonces facultades aparentemente sobrehumanas: En la Ynglingasaga se
nos dice de los “compañeros” de Odín que «marchaban sin coraza (…) eran fuertes como osos (…) y ni el hierro ni el acero podían con ellos”
De alguna manera el guerrero no solo parecerá una bestia salvaje, un lobo o un oso, sinó que en cierta medida y en virtud del ritual mágico, se comportará realmente como una bestia salvaje. Su “trance” guerrero exteriorizaría esa dimensión animal de su alma y las vestimentas o pinturas oscuras, las danzas, cánticos o aullidos, o las pieles de lobo cubriendo su cuerpo, no serían sino elementos de apoyo de esa metamorfosis. Estos
“Hombres-lobo” de las culturas del Hierro, serán el origen de los Hombres-Lobo del folclore cuya tradición podremos encontrar, en el corazón mismo de la cultura popular de la Edad Media Europea.
Encontramos la figura del lobo íntimamente unida a esos rituales de magia guerrera e iniciación que hemos estado viendo, así como desde esa misma perspectiva a los tránsitos al Más allá y la Muerte en distintas manifestaciones de los pueblos prerromanos de la península Ibérica. En todos estos ritos el lobo parecerá jugar un papel esencial, especialmente con respecto a la figura del “maestro de iniciación”, verdadero “maestro-lobo” del ritual mágico en el que el neófito, sería introducido en los misterios de la muerte y resurrección simbólica.
En este orden de cosas se pueden recoger tres niveles simbólicos y rituales asociados a la figura del lobo:
Por un lado su relación con la Muerte y el transito al Más allá, así como con divinidades del reino de los muertos.
Otro su relación con los rituales de iniciación y magia guerrera, el acceso al “furor” y la licantropía de los “guerreros-lobo”.
Y finalmente un tercer nivel relativo a la protección del territorio,
sus ganados y riquezas, o su carácter tutelar “totémico” de clanes, aldeas o pueblos.
Todos estos niveles entran de lleno dentro del ámbito de las bandas guerreras, sus creencias, funciones y estilo. Desde la defensa o ampliación del territorio, a los ritos propios de la “casta” guerrera. En estos últimos destacaría especialmente la idea de muerte y resurrección simbólica del neófito, tras su enfrentamiento con el “maestro lobo iniciador”. Éste, por un lado acaba con el
joven guerrero, y por otro, le trasmite el carisma mágico que propicia su renovada resurrección en el “furor”. Con dicha muerte ritual desaparecería la infancia espiritual del aspirante, y éste alcanzaría el status de madurez espiritual propia de los miembros de fratría guerrera y se convertiría en un miembro más de la “manada”.
Estos ritos se llevarían a cabo bajo la tutela de esa divinidad de la
mannerbünde que hemos señalado anteriormente. Divinidad del Reino de los muertos, los caídos en combate, la magia guerrera y el “furor”. Señor de la fratría “sobrenatural” del Más allá, integrada por los héroes que en vida supieron concluir el “camino del guerrero” con la “buena muerte” de la mors triunphalis.
Extracto de un ensayo muy interesante de Gonzalo Rodriguez García, LA FIGURA DEL LOBO Y LA TRADICIÓN GUERRERA DE LA HISPANIA CÉLTICA.
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