La tentación luciferina y la iniciación tantrica hiperbórea
Dentro de la mercadotecnia de la New Age ha tenido gran predicamento durante los últimos años la búsqueda de la iluminación kundalínica, el samadhi o satori tántrico por medio del ejercitamiento del maithuna oriental, que no es sino el uso de la energía sexual de acuerdo con determinadas normas y disciplinas, en las que mediante la unión sexual sin orgasmo del sadhaka con la sacerdotisa tántrica, la representante de la diosa Kali o de la originaria Lilith, se pretende la ascensión de la energía kundalínica, chacra a chacra, desde el inferior, muladhara, hasta agna y finalmente hasta el chacra coronario, sahasrara o brahmachacra, que dará lugar, presuntamente, si el practicante no equivoca su actuación que podría derivar en tremendos perjuicios físicos y mentales, a la fusión con lo divino, lo búdico, la unidad esencial. Para los gnósticos hiperbóreos la disyuntiva espiritual es clara y terminante, el hombre tiene ante sí dos caminos y deberá elegir uno de ellos: el camino del Espíritu o el camino del alma, agrandar el Yo o renunciar a él, reflejar al Incognoscible o reflejar al Demiurgo. Quien elija el camino del alma, afirman, será disuelto en el Demiurgo. Quien elija el camino del Espíritu deberá enfrentar al Demiurgo y luchar contra él cara a cara, única manera de liberar su Espíritu. Y en este sentido un peligro para el aspirante hiperbóreo, si elige el camino tántrico, es que, como sea que la iniciación yoguística tántrica procura trasmutar al microcosmos humano en un plazo muy breve y conseguir, de ese modo, la identificacion del sujeto con el principio, es decir, con el arquetipo universal y, a través de éste, con el Uno, el Demiurgo, en tal caso el logos kundalini fagocitaría al sujeto anímico y lo refundiría en su esencia cósmica: el samadhi, o los estados nirvanicos, indican que el sujeto animico, el Alma, se ha identificado con el Uno, y que de este modo el sujeto, impulsado por el logos kundalini, ha dado el «gran salto» desde el brahmachakra y se ha situado en un «nivel de conciencia macrocósmico»; el «gran salto» significa que el sujeto ha cruzado el puente metafisico que conduce al plano arquetípico y allí se ha expandido sobre los planos cósmicos por difusion en el aspecto «belleza» o «inteligencia activa» del Demiurgo Creador. En esta lucha final, el Demiurgo será la gran fuerza disolvente, también llamada kundalini, el Demiurgo en el hombre. El Logos kundalini es el aspecto Logos del Demiurgo y, como tal, es el Verbo de el Uno manifestado en el microcosmos. Kundalini es, en el cuerpo humano, el Logos «creador» o «plasmador de formas», expresión análoga del Logos Solar o Logos Cósmico. Está «dormido» porque el microcosmos ya fue creado, y evoluciona, siguiendo el proceso del Arquetipo Manú de su raza. Si el guerrero fracasa no tendrá una segunda oportunidad en ese manvantara. Su yo podrá ser desintegrado en mil pedazos, morirá o se volverá loco. En los manicomios hay muchos de estos casos: «guerreros» vencidos por la fuerza kundalini del Demiurgo. Y, advierten los Hiperbóreos, en el mejor de los casos el sadhaka que experimenta con la consecución por esta vía, la denominada «vía húmeda», se convertirá en un adorador permanente del Creador, o en un «maestro» de la logia blanca. Por el contrario, si el yo del Espíritu es lo suficientemente fuerte, podrá vencer al demiurgo-kundalini y liberar al Espíritu para siempre. Perderá su conciencia por breve tiempo y resucitará luego como Espíritu. El guerrero podrá apoderarse, además, de la fuerza kundalini y usarla contra el mismo Demiurgo. En esta guerra final, tan esencial y definitiva, el guerrero podrá perderlo todo durante ese manvantara o ganarlo todo por toda la eternidad. Mediante esta iniciación tántrica, el Espíritu triunfante puede llegar a arrebatar al Demiurgo parte de su creación, un cuerpo y un alma, transformándolos en Espíritu y en materia divina sobre la que aquel ya no tiene control.
El objetivo exotérico declarado de toda yoga es despertar a Kundalini y hacerla subir por el canal shushumna, de chakra en chakra, hasta el centro superior ajna chakra. Desde allí, la fuerza de Kundalini permitirá extender la conciencia a los otros cuerpos sutiles del hombre y llegar al sahasrara o loto de los mil pétalos, adonde se logra la fusión con el Demiurgo Brahma, mediante un «salto de conciencia» hacia la inmanencia absoluta. Con la conciencia en el sahasrara se consigue un éxtasis que consiste, paradójicamente, en la disolución de la conciencia individual, luego de su fusión o identificación con la «conciencia cósmica» o sea: con el Demiurgo. Para el Tantra Hiperbóreo este objetivo exotérico, el estado de trance o samadhi y la fusión con El Uno o nirvana, en el sahasrara, es simplemente un suicidio. La casta Kshatriya hindú, origen en ciertos aspectos del gnosticismo nirvánico hindú, después de la catástrofe atlante había conservado como herencia de sus antepasados gran parte de la Sabiduría Hiperbórea: en especial, la casta guerrera conocía el Misterio de A-mort, el secreto de la caída original del Espíritu Hiperbóreo; tal secreto permitía la práctica de una iniciación nupcial durante la cual se aprovechaba el poder plasmador del logos kundalini en beneficio de una vía secreta de liberación de la Sabiduría Hiperbórea: éste era el llamado «Yoga Occidental» del cual se derivaría, luego de una tremenda degradación cultural, el Tantra yoga, del cual conocemos actualmente algunas variantes exotéricas. El objetivo hiperboreo del tantra yoga consiste en remontar la memoria de la sangre hasta el momento del encadenamiento espiritual, hasta dar con el primer recuerdo asentado en el simbolo del origen; este recuerdo corresponde, como es natural, al gran antepasado hiperboreo. Y dicho yoga occidental se basa en dos principios activos fundamentales: la presencia volitiva del yo, la colaboracion de una mujer hiperborea, la mujer Kaly o Lilith, con el fin de conseguir un «reencuentro» con el espiritu, anhelado durante millones de años. La mujer hiperborea sera quien, en el curso del acto sexual, o maithuna, proyecte sobre el sadhaka la forma de «Lillith», la compañera guerrera del espiritu hiperboreo; de esa «trasmutacion» el sadhaka no resultara convertido en Manu demiúrgico sino en guerrero hiperboreo, en siddha inmortal, pues para el Tantra yoga, como para cualquier otra vía gnóstica hiperbórea de liberación, el objetivo declarado es el regreso al Origen, el desencadenamiento del Espíritu, su reorientación estratégica, su reversión, y la libertad absoluta de la eternidad. Ello lo hará el sadhaka, desde luego, no identificando el microcosmos con el principio del arquetipo Manú demiúrgico, sino plasmando la forma del logos plasmador, de kundalini, con la imagen de Lillith y consumando en la sangre la boda mágica del gran antepasado hiperboreo. Transmutando el cuerpo físico del sadhaka e inmortalizándolo durante la práctica del maithuna, el acto sexual, el guerrero hiperbóreo tántrico logrará su ansiado objetivo. Quedará así liberado de las cadenas Kármicas, permitiendo que se manifieste en él la conciencia del espíritu hiperbóreo. Llegado a tal estado, con su cuerpo de vraja y su conciencia gnóstica despierta, se es ya un Siddha, un ser capaz de aplicar la posibilidad pura que brinda el Vril y abandonar, si lo prefiere, el Universo material. El maithuna o unión sexual es, en el Tantra, la culminación de un ritual y a este ritual se llega luego de una larga preparación filosófica y práctica. Especialmente se aprende a controlar la respiración y el ritmo cardíaco a voluntad y luego a distinguir los nadis, o canales
internos de energía y los chakras, o vórtices de energía. Si el sadhaka tántrico lo llega a conseguir sin perderse en la locura por una desviación de la delicadísima energía o impulso del logos kundalini, el Espíritu, le dice el Lucifer interno al aspirante, se hará una sola entidad divina con su cuerpo y su alma. A partir de entonces, asegura la promesa luciférica, será para siempre un Espíritu-Alma-Cuerpo, por toda la eternidad. Esta entidad tendrá los mismos rasgos físicos que tenía el guerrero en el momento de su transformación, de su transmutación en materia divina de vajra indestructible. El cuerpo y el alma, divinizados e incorporados por el Espíritu, serán el trofeo que ostentará eternamente como recuerdo de su paso triunfante por el mundo perverso de la materia creada. Un hombre así, que se habrá liberado del Demiurgo y de su cadena de reencarnaciones, ha roto definitivamente con todo lo creado, con todo lo que para él era impuro, y producirá siempre una inmensa conmoción y desequilibrio en el universo creado. En su consecuencia, el objetivo esotérico del Tantra gnóstico, hiperboreo o luciférico, es el mismo de toda estrategia hiperbórea y de todas esas prácticas que vienen a constituir los ofrecimientos al aspirante espiritual de la ficción y la tentación luciféricas: la mutación de la naturaleza animal del hombre de a pié por la presuntamente divina e inmortal del Siddha luciférico. Y es por eso precisamente que debe tenerse bien en claro que el virya hiperboreo, por medio del tantra, no busca ninguna fusión con el Cristo sino, por el contrario, persigue aislarse totalmente de El para ganar la individualidad absoluta que otorga el «Vril». Es evidente por tanto que la técnica iniciática que promueven y fomentan los Hiperbóreos, en el sentido más oriental, constituye un atajo más en el orden de las mancias, las magias y los chamanismos de los tiempos antiguos, al margen del único fin justificativo de la existencia humana, según el Plan divino. Solo la consciencia y la consecución de una individualidad madura, asentada y libre, permitirá, con la asistencia y trascendencia de la componente luciférica anímica (nos da igual que se le llame Espíritu o Alma), una verdadera emancipación de este mundo de sufrimiento y dolor, para que eventualmente la Humanidad logre liberarse de las cadenas de la materia, por el propio esfuerzo y constante sacrificio consciente, hasta constituirse en su día en una Jerarquía Divina y Espiritual, como Décima Jerarquía de Libertad y Compasión. Ninguna Entidad Espiritual de las que hasta ahora componen todas las Jerarquías Angélicas contiene esa característica, que en su día, si prospera el plan divino, constituirá el rasgo esencial guardado para el ser humano: la Libertad, que tanto añoran los Hiperbóreos Luciféricos.
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